jueves, 16 de agosto de 2007

¿Qué es un diafante?

Hace ya unos cuantos años, un neocon de medio pelo, Francis Fukuyama, escribió un libro (un tostón, aviso a navegantes) llamado 'El fin de la Historia y el último hombre'. En él, Fukuyama aseguraba (supongo que se habrá tragado sus palabras) que la Historia, en tanto que dialéctica entre ideologías, había concluido. Nuestro intrépido oráculo basó su teoría en que, con la caída de los regímenes comunistas (nunca oyó hablar de Cuba o Corea del Norte), el ser humano ponía fin al motor de la Historia: la persecución de las utopías.

Fukuyama lanzó su libro en 1992, con la URRS en descomposición y cuando Occidente vivía inmerso en un ciclo económico tremendamente alcista (España siempre ha sido 'occidente' con unos cuantos años de retraso) basado en una cosa que se llamó después la 'burbuja de las
puntocom' o 'burbuja tecnológica'. Dicha burbuja por fin estalló, llevando a la quiebra a miles de empresas y pulverizando los ahorros de cientos de miles, sino cientos de millones, de personas. Por el sudeste asiático siguen muchos preguntándose qué pasó.

Pero la Historia siempre se empeña en llevar la contraria a los advenedizos. Mientras Fukuyama se forraba vendiendo un libro que nació muerto, un grupo de utópicos tomaba al asalto el centro de Seattle, en lo que se ha calificado como primera protesta antiglobalización. Tras ese primer enfrentamiento entre estatistas y altermundistas, las protestas adquirieron gran relevancia. Praga y Génova supusieron el cénit de un movimiento que, esta vez sí, parecía capaz de cambiar el mundo.

Y de la misma forma que Mayo del 68 sólo sirvió para liquidar al eurocomunismo, al comprobar que el Partido pasaba de la gente y sólo se preocupaba de los dictados de Moscú, el movimiento antiglobalización ha quedado en nada. ¿La culpa? Seamos originales: el 11-S. Y hasta aquí puedo leer, que me estoy desviando.

El caso es que, decía, la Historia siempre está dispuesta a llevarnos la contraria. Uno ejemplos es este compendio de '43 mentiras de la Historia'. Algunas ya nos las sabíamos, otras nos dejan patidifusos. ¿Cómo que Washington no fue el primer presidente? ¿Qué es eso de que los Harlem
Globetrotters eran de Chicago? ¿Van Gogh sólo se cortó el lóbulo de la oreja? Y lo que me faltaba por leer: el caballo blanco de Santiago... ¡no era blanco!

Lo que sí es Historia es lo que ocurrió en 1983 en la URSS. O mejor, lo que no ocurrió gracias a un señor que debería tener una plaza en todos los rincones del mundo: Stanislav Petrov.

Petrov era un teniente coronel del Ejército Rojo cuando los satélites soviéticos detectaron que, por fin, los yankis habían iniciado un ataque nuclear total. O eso parecía, ya que todos los sistemas confirmaban que un misil intercontinental había sido lanzado desde una base en Montana y se dirigía hacia territorio ruso.

El pobre Stanislav (que significa "gobierno glorioso" o "gobernante glorioso", para que luego digan que los nombres no marcan la vida de la gente) estaba al mando del centro estratégico que tenía que responder al ataque. Y sólo había una respuesta posible: descolgar el teléfono, llamar al Presidente del Presidium del Soviet Supremo de la URSS (un recién nombrado Yuri Andrópov, que duró lo justito en el cargo) y decirle algo así como "tío, pulsa el botón y...¡rock&roll!".


Sin embargo, Petrov hizo lo que, si este fuese el guión de una mala película, todo el mundo esperaría: nada. El teniente coronel (el segundo en el escalafón militar, no lo olvidemos) pensó que era un error de los satélites. Y acertó. Siempre he pensado que, en realidad, él no sabía si era o no real el lanzamiento; simplemente, confió en que no lo fuera. Stanislav Petrov salvó al mundo por una corazonada. Y sí, seguir corazonadas es una de esas pequeñas cosas que hacen que la vida valga la pena. Aunque luego la cagues.

La historia de Petrov me gusta mucho no sólo por lo que significa para mí, que gracias a él estoy vivo. Y es que me encanta buscar nexos de unión entre sucesos. Por ejemplo, Montana, desde donde (no) se lanzó el misil que casi desencadena la III Guerra Mundial, es el lugar que elige Vasily Borodin, segundo de a bordo del capitán Marko Ramius, para vivir cuando, tras esquivar 'La caza del Octubre Rojo', los desertores lleguen a EE UU.

Además, la aventura del bueno de Petrov es calcada a la trama de otra película, 'Juegos de guerra', que fue estrenada... ¡el 3 de junio de 1983!, es decir, antes de que el teniente coronel viviera el que seguro fue su peor/mejor día.

Y como no hay dos sin tres, el affaire Petrov me hace pensar siempre en otra película: 'Teléfono Rojo, volamos hacia Moscú', en la que descubrimos al 'alter ego' de Stanislav, el general Jack D. Rippe.

Y diréis, ¿qué tiene que ver todo esto con el título del post? La respuesta: si no sabes, no preguntes.

8 comentarios:

Carmen dijo...

La revista Quo no es que esté muy bien informada. lo de Maria Antonieta ya lo dijo Victoria Holt en la biografía que hace de la misma, en 1968. Es que me la leí hace un par de años, y recuerdo ese detalle.
Al César, lo que es del César.

Kaitor dijo...

¬¬

Evidentemente, 'Quo' no ha descubierto nada de eso... Lo ha recopilado en un artículo, pero utilizando fuentes de información primarias y secundarias.

Periodismo lo llaman, creo...

PD. Del diafante no dices ná? xDD

Carmen dijo...

¿Quien dice que Quo lo haya descubierto? Sólo digo que no está muy bien informada. Que yo sepa, informarse se basa en eso, en buscar fuentes de INFORMACIÖN...


si te digo la verdad, ahora que has dicho lo del diafate me he fijado en el título :P

Kaitor dijo...

Ainssssss... no me entero. Te doy la razón, te doy la razón...

'Quo' BUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU

9 dijo...

Me ha gustado mucho este texto, kaitor.
Muy bueno, te felicito.

Kaitor dijo...

Gracias tío!!!!!!

Carmen definitivamente ha fallecido, no?

Carmen dijo...

No he muerto, pero me ha faltado poco. La feria casi acaba conmigo. Pero que vida más duraaaaaa

Alicia Vernok dijo...

Tú, el del diafante, a ver si escribes más!!!